Alguien dijo una vez que la verdadera magia de la Alta Costura estaba en la exclusividad, en el secretismo, en los cortes y tejidos que sólo unos pocos se pueden permitir (y en tener la gran suerte de ver uno de sus desfiles en directo). Fuera quien fuese quien lo dijo, se equivocaba. Seguramente, no había visto las proezas que un genio como Valli puede hacer con las formas de tweed y gasa con las que cubre a sus muñecas de porcelana.
Ninfas blancas a las que mancha de negro, de morado oscuro o de un provocativo rojo carmesí. Galliano se nos fue y Karl Lagerfeld sufre cada vez más de sus delirios de grandeza (su última colección para Chanel ha pecado demasiado de sosa). Sin embargo, un nuevo genio de la Alta Costura con acento italiano coge el relevo y consigue enamorarnos a nosotros y a sus nuevas y exclusivas clientas que ya pueblan las filas de sus desfiles.
Bravo, Giambattista