La vida está llena de detalles. La vida está llena de gestos, de palabras concretas en momentos adecuados, de miradas y de pequeñas cosas que nos hacen sonreír. El mundo está repleto de minúsculas acciones e intenciones que pasan desapercibidas, pero que en nuestro interior crean la más efímera de las felicidades.
Te despiertas por la mañana. Suena un despertador horrible que te saca literalmente de tu mundo de ensueño para sumergirte en la cruda realidad. Recorres el pasillo sin apenas abrir los ojos y recordando progresivamente todo lo que esperas hacer ese día. Vas sumergido en pensamientos confusos, a medio camino entre Morfeo y la vida terrenal, pero cuando entras en la cocina ves a tu pareja sentada en una silla, con una rosa sobre la mesa y el desayuno dispuesto en la bandeja. Es en ese momento cuando se despierta en ti una ola de pensamientos positivos que te invade. Sientes cómo sube en ti un cosquilleo desde el estómago hasta la garganta, un rubor en tus mejillas, un calor que invade tu pecho, un pulso acelerado y una explosión de alegría incalculable que tensa los músculos de tu cara y te obliga a sonreír, abriendo bien los ojos y sintiéndote plenamente convencido de que estás en el momento y en el lugar que quieres. Es una sensación que sólo dura un par de segundos, pero es felicidad en grandes dosis.
Si analizas objetivamente la situación no hay nada de especial en el asunto. Al fin y al cabo se trata de tostadas con mermelada y un poco de leche. Sin embargo, es el contexto envuelto en detalle lo que nos sumerge en esa felicidad plena. Es la rosa, la mirada de complicidad, la inocencia de la situación y el detalle en sí mismo lo que eleva a la enésima potencia nuestra percepción de la realidad.
La felicidad continua y mantenida es imposible de concebir. Podemos encontrarnos en una situación de bienestar continuo, pero la felicidad pura del detalle, esa que dura lo que 8 latidos rápidos de corazón, es la que verdaderamente nos hace experimentar el éxtasis pleno de satisfacción. Sin embargo, no todo el mundo es capaz de ver esos detalles que nos regala la vida para hacernos sonreír. Mirar por la ventana y ver aparecer un sol radiante que te acompañará todo el día, encender la radio y que suene esa canción, una llamada inesperada, una simple mirada.
Ser sensible es maravilloso. Tener la sensibilidad especial de emocionarte con las pequeñas cosas del día a día y saber reconocer la magia de los detalles a nuestro alrededor nos da las sensaciones más puras y hermosas que podemos sentir. Porque la vida está llena de detalles, de regalos, de caprichos, de palabras y de momentos preciosos envueltos en papel de celofán.
9 comentarios:
Sencillamente....perfecto...me quedo con lo último resume muy bien.....lo que a veces somos incapaces de expresar y no tenemos por qué dar explicaciones,pues sí,ser sensible es maravilloso yo diría que hasta un don!! del que muchas personas carecen!!!
Te sigo(me inicio en el mundo blog! espero me sigas y visites)
Isa*
Que lindo pensamiento, algún día me tocará vivir algo así.
Saludos!
No em digas que te nos has enamorao!
Métete a poeta ya!!
Pues si...que maravilla ser sensible y saber valorar estos pequeños momentos que hacen la vida especial.
Besos rojos,
www.rojorougered.blogspot.com
es la magia de las pequeñas cosas...
Divino. Divino.
Me encantó!
Me ha encantado emocionarme con lo que has escrito.
Y además me has sacado una sonrisa.
Gracias Lorentzo.
Un abrazo y mil....
Besos desde Estella.
me encanta como escribes!!!
qué bonito. Hay que saber valorar los pequeños detalles diarios y allí encontraremos la felicidad :)
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